No solo es el exterior poco agraciado del inaugurado mall del edificio, lleno de clichés arquitectónicos que no constituyen novedad ni siquiera en el tan escuálido mercado de ideas arquitectónicas local. Los espacios comunes de colores nieve y tonalidades grises, exacerban la frialdad y quizá a propósito, buscan dar una sensación de monumentalidad aún mayor. El lugar es grande, enorme, que hace dudar respecto a la capacidad del mercado local de mantenerlo lleno y viable. Las hordas vistas en la fiebre del lanzamiento parecían andar más bien en plan curioso. Los locatarios auguran lo contrario, y es de suponer que esto es más bien una apuesta segura.
La viabilidad de este "emprendimiento" o su subjetiva belleza, resultan sin embargo menos relevantes de discutir que la curiosa altanería con la que se instala este nuevo vecino de Providencia. Un vecino que te entrega un comercio que ya creías suficiente, que empobrece el tráfico, que pone en riesgo el pequeño y estable comercio local. Un vecino que llena de potentes focos un cielo que ya casi no se ve, como si fuera propio. Un vecino que te obliga a tener que observarlo desde cualquier punto en tu ciudad.
Foto: Flickr benjasalazar |
¿A quien podemos culpar por la recurrencia de construcciones que solo aportan al 'bottom line' de las constructoras y nada a la calidad de vida de los chilenos (usualmente un mall)? La culpa no la tiene ni el empresario ese, ni tampoco su ego gigantesco transformado en falo de concreto. Tampoco la tiene el mentado alcalde, porque la ley lo autoriza a hacer lo que se le dé la gana en su fundo llamado Providencia, y seguir el perverso incentivo de atraer ingresos al municipio a como dé lugar, aunque eso signifique borrar con esa bolita de acero lo poco que va quedando del patrimonio histórico de la comuna.
La culpa la tenemos todos. Uno como ciudadano por aceptar la mediocridad pública, su silencio cómplice, y sus políticas ausentes, la academia por formar arquitectos y urbanistas incapaces de comprender su rol en pensar una ciudad mejor, y claro, el Estado por dejarlo todo en manos del mercado.
Invito a analizar dos puntos de vista distintos de la realidad: Por un lado Miguel Laborde en El Mercurio del 16 de junio "Un Nuevo Centro" plantea "no fuimos capaces de pensar en equipo -autoridades, empresarios, arquitectos, urbanistas y ciudadanos-, como para llegar a construir, contándose con recursos y con profesionales de calidad como es el caso".
La culpa la tenemos todos. Uno como ciudadano por aceptar la mediocridad pública, su silencio cómplice, y sus políticas ausentes, la academia por formar arquitectos y urbanistas incapaces de comprender su rol en pensar una ciudad mejor, y claro, el Estado por dejarlo todo en manos del mercado.
Invito a analizar dos puntos de vista distintos de la realidad: Por un lado Miguel Laborde en El Mercurio del 16 de junio "Un Nuevo Centro" plantea "no fuimos capaces de pensar en equipo -autoridades, empresarios, arquitectos, urbanistas y ciudadanos-, como para llegar a construir, contándose con recursos y con profesionales de calidad como es el caso".
El segundo punto de vista corresponde al mismo arquitecto del Costanera Yves Besancon en el programa 'Desde Zero' del 18 de junio, donde defiende las obras de mitigación, cuenta la génesis del proyecto y sostiene estar en el grupo de "las personas que hacen cosas, no en el que las comentan", que no le ofende el apodo de "Coronta Center", y que en Chile la satanización al edificio corresponde a un "complejo nacional respecto a las cosas grandes". Se puede escuchar aquí. Avanzar hasta el minuto 43 y 20 segundos de la entrevista.
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