1 de junio de 2013

Ana.

Una madrugada cualquiera, volvió a su casa medio borracha luego de una salida con sus amigos. Que no supo si fue la sangría, la buena conversa, la brisa que soplaba del río o qué, la cosa es que llegó inspirada creyendo en la belleza de la vida, convencida de que el tiempo había que gastarlo adecuadamente y que bastaba ya de andar llorando el desempleo y la debacle económica española.

Así que apenas cerró la puerta a sus espaldas, se dirigió medio apurada y tambaleante al ordenador. En ese buscador que todos ocupan, escribió algo así como "países con alto crecimiento per capita", figurando China e India como primeras opciones. En un par de segundos se preguntó qué haría ella en India y menos en China, así que afinó la búsqueda y agregó "en latinoamérica", ante lo cual surgió Brasil, la niña bonita del barrio. En otro par de segundos se imaginó en Brasil bailando samba rodeada de mulatos, pero se le hizo demasiado grande, Rio y Sao Paulo tan peligrosos, así que siguió con la búsqueda de bellezas latinoamericanas donde Chile figuraba en un decente segundo lugar. "Y yo qué sé de Chile" se preguntó, ante lo cual se le vino la historia del Winnipeg de Neruda que de niña había oído con admiración; también las protestas de los estudiantes que por esos años figuraban notablemente en cada periódico de Europa. De Chile siguió buscando para dar con Valparaíso, que le hizo todo sentido, pero se dijo que quizá era mejor empezar por la capital del país, dando irremediablemente con Santiago. 

Al revisar a la rápida todos los índices macroeconómicos (que desde acá como que no calzan), se dijo a si misma que no había más que pensar y ahí mismo hizo la reserva de pasajes. Me voy a Chile, se dijo entusiasmada. Todo en no más de 10 minutos de inspirada navegación ciber espacial, y a dormir se fue.
Montevideo, gogobot.com

Al despertarse, el recuerdo de la precipitación borracha le vino como un latigazo en la cara y se recriminó su visceralidad, que tenía que aprender a pensar las cosas y no ser tan bruta para decidir y dejarse llevar como las mariposas por el viento. 

Sin embargo el autoreproche no le tomó más de lo que se tomó en hacer la reserva, y que luego de pensarla sentada en la cama, se dejó respirar hondo en el medio de tremenda jaqueca, y como que todo le fue haciendo sentido. "Joder" se dijo, "que me voy a Chile".

Y a Chile se vino. Y por acá sigue. 

Adora varios aspectos de Santiago, aunque lleva un año y medio tratando de calzar la postal turística de internet con la del clasismo, el smog y la veneración del santiaguino por la vida de mall y por el estilo de vida agringado.

Repentinamente empezó a extrañar la ausencia de un río de verdad, la brisa húmeda. Cada vez que iba de visita a Sevilla a ver a su madre, esta le decía que no fuera loca, que saliera más abrigada, que dejara de ventilarse en las orillas del rio, menos en pleno invierno. Melancólica y romántica como andaba, no había quien la corriera de las orillas del Guadalquivir. Fue así como empezó a sentirse medio prisionera en la capital con mayor calidad de vida de Latinoamérica.


Como conversa hasta con las piedras, poco le ha costado relacionarse y conocer gente que a uno le tomaría la vida. En una de esas estaba en su bar de costumbre de Santiago, tomándose una de esas sangrías alteradoras de razón que la trajo hasta acá, cuando conoció a un tipo que le habló de la maravilla que le había parecido Uruguay en una vacación reciente y la vida apacible de Montevideo. La tentó a visitar la ciudad, que le iba gustar, que se aventurara. Y ella como que medio ofendida, "que desde cuando me cuesta aventurarme a mi, y que claro que voy". Así que saliendo de allí, hizo algunas averiguaciones, echó mano a un par de ahorros ínfimos, dejó ese trabajo que le pagó a medias ("y que importa si así somos los artistas" se dijo para darse coraje), y partió por 3 o 4 días, gracias a esas promociones de agencia, compradas con apuro.

Y fue en ese Montevideo a las orillas del Rio de la Plata que todo le hizo sentido. Tanto sentido que volvió decidida a Santiago, a empacar lo que faltaba y a repartir besos y promesas de amistad eterna. 

Hoy nos despedimos. Ana tomará un bus este fin de semana "de vuelta" a Montevideo. 

Precipitadamente loca como es, me dijo que ser cesante significa lo mismo en Santiago que en Montevideo, así que se va no más. Es más, que si en una de esas, el bus se demora en Mendoza (que merece una visita larga), se queda unos cuantos días.

Sin embargo es Montevideo lo que quiere. Quiere construir una huella suya en la ciudad, ser parte de ella. Quiere contar con su boliche favorito, donde le sirvan lo que le gusta sin que tenga que pedirlo.

Desea que la saluden por su nombre.

Pero sobretodo desea poder mirar el agua del río desde la ciudad.

11 de mayo de 2013

Toconce 1

Nuestro anfitrión se demora en aparecer. Temo que haya olvidado nuestro compromiso, dejando en vano las casi 2 horas de manejo desde San Pedro.

Aparece a los 20 minutos disculpándose reiteradamente. Dice que estaban capacitándose en el funcionamiento del primer generador eléctrico solar con el cual Toconce tendrá 3 horas de luz al día.

Al guiarnos por el pueblo, con el pecho inflado de orgullo, cuenta que lleva 8 años recorriendo sin éxito cuanta oficina pública existe, buscando soluciones a los problemas locales. Justifica los portazos de la negligencia pública, a que no quedan más que 30 familias, 5 niños en la escuela, y a que la agricultura de sus célebres terrazas no es más que de subsistencia.


Vamos a conversar a la sede social, donde se discute el pasado, presente y futuro de Toconce. Los turistas son escasos, aún cuando en el baño se advierte en un pequeño letrero, escrito en perfecto frances, que no se deben botar los papeles en el escusado. 

Los Géiseres del Tatio son administrados desde hace poco por la Comunidad de Toconce, junto a la de Caspana. Con ese dinero ha sido posible atender a las necesidades locales, entre otras la flamante cancha de fútbol a la entrada del pueblo. Aún así resulta imposible disponer de la brea suficiente para el techo de las casas, porque es cara y se cosecha en el altiplano, en lugares de difícil acceso. De ahí la presencia de tanto zinc en el pueblo, regalado por el mismo gobierno. Lo mismo ocurre con la piedra con la que tradicionalmente se construía, que por lo caras y difíciles de transportar fueron reemplazadas por bloques de cemento que en nada aportan a la estética urbana tradicional. 

Son gente luchadora y terca. Necesitaban un camino que uniera al pueblo con el Tatio. Esfuerzo titánico si consideramos que el desierto es roca pura. Esperar al gobierno era hacerse viejo esperando, así que lo hicieron ellos mismos, no restando más que 7 kilómetros para terminarlo. Su recorrido es tan difícil como espectacular.

Recorrimos las casas y el borde superior del pueblo, siguiendo canales de abundante agua. Se avista el fondo de la impresionante quebrada y una infinidad de terrazas. Lo hacemos al atardecer, cuando el ocaso cubre al pueblo de un tono naranja que parece prenderle fuego a las casas típicas y a la mismísima iglesia. 


Abandonamos Toconce en plena noche por su acceso principal, hoy en excelente estado. El camino es tan poco transitado y el cielo tan dramáticamente estrellado que da lo mismo detenerse en el medio de la carretera a admirarlo. 

Eso hicimos, mientras hablamos de algun día volver a Toconce.

15 de abril de 2013

Antofagasta 1

La abundancia que hoy vive Antofagasta bastaría para resolver anticipadamente la precariedad que viven muchos hoy y la que sufrirán aquellos que atestiguarán el término de sus reservas minerales.

En esa Antofagasta, cuyo ingreso per cápita es similar al de Reino Unido, no habría lugar para que en uno de sus barrios una mujer sea devorada por un perro callejero. En esa calle de ese barrio, en el que por alguna incomprensible razón ni la ley ni la abundancia alcanzaron a llegar.
En vez de eso, el liderazgo público podría persuadir al privado a asumir el compromiso de transformar al ciudadano de a pie en el centro de su labor, hoy y siempre. 

Es por eso que le tengo fe a la iniciativa CREO Antofagasta, pues recupera la capacidad de soñar del ciudadano común, de volver a creer en aquellos que fueron elegidos democráticamente para velar por el bien común.

Más sobre CREO ANTOFAGASTA, acá.

18 de febrero de 2013

El Neón es Miseria


Neon is Misery by P_R_
©Pablo Retamal
En la esquina de Providencia y Nueva de Lyon. Obra de Gonzalo Díaz. Más información sobre su objetivo acá.

17 de febrero de 2013

Zanelli

Le han preguntado en reiteradas oportunidades que quien más la acompaña en su aventura. Ella responde que nadie más, que ella solita. Y solita le pone el hombro a los maestros, a los del Minsal, los de la Muni, el SII, a los proveedores. Se reiría si supiera que esta semana Chile salió primero en un ranking que mide la facilidad para emprender en cada país. El ranking destaca que por estos lados una empresa se puede abrir en un día.

Entonces paseando por Nuñoa encontró el lugar perfecto, un local cercano a una esquina comercial, en un barrio altamente residencial, de esos que dan la pelea a la falsa creencia de que tenemos que vivir hacinados en sueños de 40 metros cuadrados de Paz Froimovic, o endeudados en casas de medio millón de dólares.

Y así, audaz y decidida como es, negoció un buen precio, creó un novedoso concepto, compró lo que había que comprar, navegó por la burrocrácia nacional y a principios de marzo se lanza con todo.
Google Earth
El café Zanelli no está para pequeñeces y se lanza para dar que hablar. Ella anda con todo el entusiasmo, pero un poco muerta de susto. Claro, si ahí hay plata y harto sacrificio de por medio. 

Pero hay algo esencial que a veces se olvida en la búsqueda de las ideas sofisticadas y ultra innovadoras, y es el convencimiento de que el cliente es la razón de ser de tu negocio, que debe haber oficio y autenticidad.

Ella lo tiene bastante claro.

15 de enero de 2013

35mm

©Pablo Retamal

12 de enero de 2013

Selarón

El trabajo sobre la escalera fue de apoco convirtiéndose en su obsesión. Empezó a forrarla de azulejos con los colores de la bandera brasilera en medio de las miradas escépticas de los vecinos del barrio de la Lapa en Rio de Janeiro, año 1990. Lo hizo al poco tiempo de llegar a vivir a Rio y por más de 20 años nunca se detuvo. Lo hacía en paralelo al trabajo que lo hizo famoso por esa época, el cual fue el pintar cuadros de mujeres negras embarazadas. Aunque llegó a pintar varios miles de esos cuadros, lo que lo inmortalizó fue la escalera que llevaba su nombre, pues fue la obra a la que más tiempo le dedicó. La escalera Selarón o 'Escadaría Selarón' en portugués, une los barrios de Lapa y la Ladeira de Santa Teresa. Es una escalinata de 215 escalones y 125 metros de extensión, que Jorge Selarón cubrió completamente con azulejos multicolores y de los más diversos motivos, provenientes de distintas partes del mundo y que los mismos visitantes le hacían llegar por correspondencia.

A pesar de la fama, y las miles de visitas, vivía humildemente en una habitación por la cual pagaba un arriendo, ubicada al inicio de la misma escalinata, desde donde apreciaba la obra en su total dimensión. Todas las mañanas recorría el barrio en una bicicleta roja luego de barrer la escalinata. Muy querido en su barrio, por donde pasaba vitoreaban su nombre.

Selarón, de lengua afilada, irreverente y desbocado, se le puede ver en entrevistas sosteniendo que sus 'escadarías' son la más grande obra artística hecha por un solo hombre en el mundo, y que la National Geographic de Washington DC lo atestiguaba. Decía que nadie puede menospreciar a Michelangelo y a su obra, excepto él, pues es muy superior ya que mientras Michelangelo trabajaba por encargo para el Papa y la Iglesia Católica, él pinta por voluntad propia. Comparaba la suya con grandes obras de la ciudad, y decía "mientras el Cristo Redentor cierra a las 5 de la tarde y el ingreso cuesta 30 dólares, la escadaría Selarón esta abierta las 24 horas y su ingreso es gratuito", y agregaba: "El Cristo es feo como la gran puta, es hecho de piedra jabón portuguesa que no sirve para nada, y no tiene ángulo para tomarle fotos...". Decía, en su portugués con fuerte acento que "si hubiese sido gringo, nacido en Nueva York y hablado inglés, sería más famoso que el Papa, que Dios, que todos esses filhos da puta...".


montevideo.com.uy
A pesar de declarar a Rio de Janeiro su casa y la ciudad más linda del mundo, y dedicar la escadaría "a la ciudad y su gente", Selarón era chilenisimo, nacido el año 1957 en Limache, viviendo hasta los 20 años en la ciudad de Valparaíso, desde donde partió a Europa para nunca más volver, recorriendo 57 países hasta que decidió quedarse en Rio por opción. 

No es de extrañar que por sus formas poco sofisticadas para el medio local, Selarón haya sido subestimado y sumido en el más absoluto anonimato en su Chile natal, donde se premian artistas inócuos que ajustan su creación al calendario de los concursos públicos de fomento al arte.

No habría cabida en Chile para un maluco beleza descocado como Selarón en el mecenazgo de las galerías de arte y apellidos vinosos local. Me atrevo sin embargo a apostar a que se deben estar planeando un sin fin de sentidos homenajes cuando ya es demasiado tarde, y que todos se enteren que gran chileno fue Selarón, de lo bien que nos representó, siendo incluso inmortalizado en videoclips de U2 y Snoopy Dog.

Selarón yacía muerto sobre su obra cuando fue encontrado por sus vecinos el pasado jueves 10 de enero. Las razones parecen ser tanto suicidio como la venganza de uno de sus colaboradores.

En su portugués desordenado, Selarón sostuvo no hace mucho que la Escadaría Selarón era un trabajo en constante evolución, que solo terminaría con su muerte.