11 de mayo de 2013

Toconce 1

Nuestro anfitrión se demora en aparecer. Temo que haya olvidado nuestro compromiso, dejando en vano las casi 2 horas de manejo desde San Pedro.

Aparece a los 20 minutos disculpándose reiteradamente. Dice que estaban capacitándose en el funcionamiento del primer generador eléctrico solar con el cual Toconce tendrá 3 horas de luz al día.

Al guiarnos por el pueblo, con el pecho inflado de orgullo, cuenta que lleva 8 años recorriendo sin éxito cuanta oficina pública existe, buscando soluciones a los problemas locales. Justifica los portazos de la negligencia pública, a que no quedan más que 30 familias, 5 niños en la escuela, y a que la agricultura de sus célebres terrazas no es más que de subsistencia.


Vamos a conversar a la sede social, donde se discute el pasado, presente y futuro de Toconce. Los turistas son escasos, aún cuando en el baño se advierte en un pequeño letrero, escrito en perfecto frances, que no se deben botar los papeles en el escusado. 

Los Géiseres del Tatio son administrados desde hace poco por la Comunidad de Toconce, junto a la de Caspana. Con ese dinero ha sido posible atender a las necesidades locales, entre otras la flamante cancha de fútbol a la entrada del pueblo. Aún así resulta imposible disponer de la brea suficiente para el techo de las casas, porque es cara y se cosecha en el altiplano, en lugares de difícil acceso. De ahí la presencia de tanto zinc en el pueblo, regalado por el mismo gobierno. Lo mismo ocurre con la piedra con la que tradicionalmente se construía, que por lo caras y difíciles de transportar fueron reemplazadas por bloques de cemento que en nada aportan a la estética urbana tradicional. 

Son gente luchadora y terca. Necesitaban un camino que uniera al pueblo con el Tatio. Esfuerzo titánico si consideramos que el desierto es roca pura. Esperar al gobierno era hacerse viejo esperando, así que lo hicieron ellos mismos, no restando más que 7 kilómetros para terminarlo. Su recorrido es tan difícil como espectacular.

Recorrimos las casas y el borde superior del pueblo, siguiendo canales de abundante agua. Se avista el fondo de la impresionante quebrada y una infinidad de terrazas. Lo hacemos al atardecer, cuando el ocaso cubre al pueblo de un tono naranja que parece prenderle fuego a las casas típicas y a la mismísima iglesia. 


Abandonamos Toconce en plena noche por su acceso principal, hoy en excelente estado. El camino es tan poco transitado y el cielo tan dramáticamente estrellado que da lo mismo detenerse en el medio de la carretera a admirarlo. 

Eso hicimos, mientras hablamos de algun día volver a Toconce.