©Pablo Retamal |
Se debe necesariamente hacer abstracción de las distancias. Las 8 a 12 horas a San José, dependiendo del tipo de transporte terrestre a utilizar, o lo mismo a San Ignacio, puntos imprescindibles de la escencia Chiquitana, pueden desincentivar a cualquiera. Sin embargo en cada pueblo queda la sensación de estar presenciando algo irrepetible, algo con escasas posibilidades de preservarse por mucho más. Presenciar la vida en esos pueblos detenidos en el tiempo, dentro del Bosque Seco Chiquitano resulta singular. Allí las ventanas están siempre abiertas, la policía no tiene que hacer, y la vida gira en torno a una plaza y su iglesia. Allí, la gente te agradece con chicha de maíz y horneados de cuñapé, entre otras delicias. El primero un jugo dulce de maiz cocido y el segundo un horneado de queso, base de la pastelería Chiquitana. Por acá, ni el televisor ni el internet importan. Nadie lo necesita, están las calles y la plaza para mirarse y conversar.