El otro día en la Feria del Libro de Santiago, tuve el gusto de escuchar a Camilo Marks, crítico literario y escritor, en el lanzamiento de su más reciente libro. Habló de la supuesta desaparición de los libros ante el dominio de los Kindles y los Ipad. Concluía si que esto no ocurriría pues un libro constituye un invento perfecto, "...como la rueda" dijo. "Mientras el libro no requiere baterías, el Ipad si" sentenció con simpleza. Desearía que Marks tuviese razón, así como desearía que revirtieramos la narcodependencia por la tecnología, por la instantaneidad. Pero eso no es más que una idea romántica.
Lo cierto es que lo digital vino para quedarse, siendo especialmente relevante en turismo. El e-travel pasó de ser tendencia a un acto reflejo. Comprar un ticket de avión o reservar un alojamiento por internet constituye un acto tan normal como poco impresionante. Sin embargo, donde Internet llegó para pegarle un tiro de gracia al intermediario es en el acto de informar, en formar opinión a la hora de decidir. De ahí que la inversión publicitaria online se haya incrementado muy por sobre lo invertido en medios impresos.
Es ahí donde debe hacerse la escencial distinción entre lookers y bookers. Es la diferencia entre entrar a un restaurant a solo mirar la carta versus entrar, mirar la carta y consumir. La compra de tours no adquiere el nivel de frecuencia que el acto de informarse. Y esto no porque no se confíe en el uso de datos, sino que porque existen limitantes técnicas al reservar. En el caso del turismo especializado, donde se requieren altos niveles de intervención en la confección de itinerarios hechos a la medida, la interacción humana es insustituible.
La verdad, solo me bastaría con que se dejara de utilizar el término Turismo Electrónico. Es inconcebible que alguien viaje, sin al menos levantar el trasero de un asiento un par de horas al día.
0 Comentarios:
Publicar un comentario