21 de marzo de 2015

Somos sorprendentes

Unos 2 o 3 años atrás, se encargó a los barceloneses de Chias Marketing el diseño de la marca de la ciudad de Santiago. Concurso público mediante, el ganador fue votado popularmente, gran novedad en el medio local. La polémica se instaló una vez elegido el diseño, dada la inegable similitud de este con el logo de la Fundación para la Confianza, y un cierto parecido con la tipografía de la marca de Sao Paulo, en Brasil. Su slogan "Siente Todo Chile", fue ampliamente criticado por arrogarse la representatividad de Chile y la provincia de Santiago completa.
En Revista Sentidos Comunes, "Los Creadores del logo de Santiago cuentan su historia y responden a las críticas".
Las marca país no ha corrido mejor suerte existiendo en menos de 10 años una série de ellas: "A Natural Inspiration, y el "All Ways Surprising". Un paréntesis curioso resultó el "Do it the Chilean Way" en medio de la algarabía del rescate de los 33 mineros. Por fortuna venció el buen criterio, librándonos de un slogan que venía a presumir la cuestionable capacidad local de resolver problemas de mejor forma que en otras partes del mundo.

¿Somos una inspiración natural? ¿y la cultura? se preguntaron legitimamente algunos. ¿Somos sorprendentes? Si, de maneras tanto positivas como negativas, alegaron otros. ¿Alguien ha vivido un terremoto en Chile? Nada más sorprendente.

15 de marzo de 2015

Libro olvidado

Último domingo de vacaciones. Acabamos de llegar de viaje y la enminencia del lunes se hace demasiado evidente. En una esquina de la habitación la maleta que acompañó mis aventuras gorda y apretada, me observa como queriendo decirme algo.

Decido dejarla cerrada, intacta tal y como llegó de ese país destacado como uno de los más alegres del mundo. Mi ropa formal de trabajo me espera en el closet y por cábala no la mezclo con bermudas o chalas de goma, ni menos con poleras de colores. Mi deseo es sencillo, perdurar la sensación de vivir de una maleta donde todo lo necesario está ahí en no más de 100 centímetros cúbicos de plástico. Que esa maleta conserve mi estado de ánimo vacacional cuando mi única preocupación era no dormir pasadas las 10 y 30 de la mañana hora de cierre del abundante desayuno.

Y así propongo asomar la nariz por una pequeña rendija de esa maleta cerrada cada día lunes, y sentir el olor de la lluvia y esa humedad propia de una selva que se moja con el Atlántico.

Pero el lunes es inminente y se nos viene como un tsunami, por lo que en un instante de lucidez concluyo que mantener imperecederos esos recuerdos de sabores, olores y visiones de cielo azul que tanto goce flotando panza arriba en el mar cálido, puede que sirva más bien para dejarme arrastrar hacia ataques de nostalgia infantiles que de nada servirán.

Con total hidalguía como quien se baña al amanecer en agua helada, abro de un sopetón la maleta y procedo a vaciarla por completo obviando los aromas vacacionales que desfilaban por mi nariz, impregnados en camisas y bermudas, y en ese libro inolvidable que descubrí empolvado en un librero del hotel.

Menos de 2 minutos me tomó abrirla y vaciarla, dejar ropas en el canasto de lo sucio, cerrarla y bajar a la bodega sin vacilaciones, dejandola olvidada junto a otras que han corrido similar indiferencia.

Voy a dormir decidido en dejar las sensibleras pendejas post estivales, no obstante con la persistente sensación de que estoy obviando algo poderoso, de que deberé hacerme el loco y que esta sensación me acompañará un buen tiempo.